Marzo huele a pólvora y a cambio. Marzo se incendia para dejar cenizas que abonen nuevos brotes. Marzo es esperanza. Eso quiero.
En Valencia, el fuego es la razón de ser de este mes. Las llamas purificadoras arrasan con lo viejo y la fugaz creatividad de unos artistas que viven todo un año por su obra.
Marzo despide un invierno que nos deja temblando. Porque este año ha sido frío. Y no hablo de termómetros externos sino de termostatos de almas.
Es el momento de quemar lo que ya no pesa, pero tampoco suma. Dejar que las llamas consuman recuerdos que ocupan demasiado espacio, enfrentarse a uno mismo sin capas. Así, con la piel desnuda, la luz más alta y la sombra más nítida.
No es fuego lo que prende marzo, es ceniza lo que deja a su paso.
Y es que de las cenizas siempre brota algo nuevo.
De las cenizas hay esperanza.
Es un mes de muchas cosas sí. Quememos lo malo y que venga lo bueno.
Marzo es un mes de luz, de nuevos comienzos, de purificación y cambio.
Para Valencia significa mucho.
Llega la primavera y con el fuego dejamos el invierno atrás.
Me ha encantado.