Estamos en el ecuador del reto de autorretratos que podéis seguir desde mi cuenta de Instagram y aquí en Substack. Hoy es el séptimo día, y con cada propuesta sigo aprendiendo sobre mi manera de afrontar los problemas. Porque eso es cada tema: un problema al que hay que dar una solución creativa. Así lo vivo yo y así quiero que sea.
Para mí, los retos son entrenamiento de vida. Y, en mi caso, además, prácticas de profesión.
Cada mañana,
manda un mail con el tema a desarrollar. Para mí, es como una puerta cerrada que hay que abrir. A veces, esa puerta tiene cerradura y solo debo encontrar la llave. Otras, es una puerta ciega, sin ranura donde introducir nada. En ocasiones, la puerta se abre sola, sin apenas rozarla. Y otras veces, sin cerradura ni llave que la abra, me toca meterle una buena patada. ¿Entendéis el símil?Vayamos a ejemplos prácticos con las tres últimas propuestas de esta semana.
Con el tema “Despedázate”,
nos proponía desmembrarnos, fotografiando detalles de alguna parte de nuestro cuerpo. Para mí, esta era una puerta con cerradura y llave colgando del dintel. En la propuesta estaba la solución: tenía que despiezarme. Recordé un autorretrato que me hice hace dos agostos en el que mostraba el puente de mi nariz recortándolo con un espejo. Ahí estaba mi cuchillo.





El despedazamiento lo hice a través de los reflejos: indoloro, elegante y con impacto. Me apeteció acompañarlo con palabras a trozos y usar un carrusel despedazado. Solución en un tres en uno: fotografía, texto y formato.
Los ojos cerrados no son lo mío. Creo que la folclórica que llevo dentro necesita la intensidad de la mirada. Mis ojos son mi máscara, mi refugio, mi antifaz de superheroína con el que me disfrazo. Cerrarlos era mostrarme desnuda. Esta era una puerta ciega (nunca mejor dicho), sin cerradura y sin llave. ¿Cómo abrirla?
Tuve que forzar el marco. Desviar la atención del tema y darle un sentido más conceptual a un recurso visual que solo pretendía quitarme protagonismo.
El teléfono fue un recurso fácil, ya archiutilizado, pero tenía sentido si lo arropaba con un mensaje: la ceguera que nos produce la hiperestimulación en la era de las pantallas. Puerta abierta.
La tercera fotografía que voy a analizar es un perfecto ejemplo de patada a la puerta. De abrirla a las bravas y de encontrar la solución al problema a golpes.
La propuesta era salir en compañía de una persona. Importante el matiz. Esa mañana iba a quedarme a teletrabajar y podría haberme hecho una foto tranquilamente con mi gata. Pero la consigna era que debía ser compañía humana. Eran las 9:10 h de la mañana, Sara entra al cole a las 9:30 h. Ella estaba desayunando con el uniforme puesto y yo me tomaba el café mientras leía el mail de Victòria. El día iba a ser largo y sin posibilidad de disparo. Ahora o nunca.
Coloqué la cámara, medí ISO y le pedí a Sara que juntáramos mejillas. No me gusta que salga con el uniforme del colegio, así que opté por un primerísimo plano. Medí ISO, he dicho, y confié en que, al ser un primer plano con un f/2.8, saldríamos las dos enfocadas. Pero no estábamos a la misma distancia. Sara aceptó tres clics y la sirena del cole estaba a punto de sonar.


Las fotos, en sí mismas, eran malas: desenfocadas, algún ojo cerrado de fondo y sin demasiado sentido, la verdad. Pensé en hacer un collage rompiéndonos a trozos y montándonos, desarrollando la idea de que las dos somos una. Entonces probé la doble exposición. Lo hice desde la cámara, mezclando dos fotografías para disimular mi ojo cerrado del fondo. La puerta parecía empezar a moverse. Cuando en Canva fui a hacer el recorte de la imagen, busqué algún marco que me hiciera ese collage inicial que tenía en mente y descubrí, sin querer, el efecto envejecido de la fotografía. La puerta estaba entreabierta ya. Y es que ese efecto disimulaba la falta de foco de mi cara y me daba la solución a mis problemas: compañía eterna. El reflejo de lo que para mí es la fotografía.
Y escribí lo que sentí al ver esa imagen envejecida y rota. Me vi viejita, recordando a duras penas a esa niña de once años. Recuerdos rotos de mi memoria.


Tenía que escribirla.
Puerta abierta de par en par. Posiblemente, de las tres, mi solución favorita.
Me gustaría saber si te sirven mis procesos creativos y conocer los tuyos.
¿Me cuentas?
Hija es que tú sacas joyas de donde nadie las ve. Perfecta explicación de cada una de las fotos. Muy tú.
Me emociona la explicación de la última propuesta. El concepto y el resultado.
Lo que se ve en tus fotos es talento, por supuesto, sensibilidad y dedicación. El cariño, el detalle y la sensibilidad tienen premio.
Da rabia cuando tenemos esos días en que no podemos dedicar ni un rato a hacer algo con sentido.
A mí me sirve mucho conocer tus procesos. Yo en esto me muevo 'en pañales', aprendiendo y sobre todo disfrutando porque tengo mucho espacio por delante para avanzar.
Gracias, Eva.